Artesana que trasforma la tradición purépecha en cerámica.
El trabajo manual que transforma el agua y la tierra en objetos en México se remonta a miles de años, ya sea para la construcción, elaborar utensilios o para la recreación o expresión de la vida misma, el arte.
Y Michoacán es una de las regiones más ricas en piezas artesanales con barro, especialmente Tzintzuntzan es una de las comunidades donde el oficio de ceramista se mantiene prolífico, representando actualmente la fusión de los elementos antiguos, los métodos coloniales y las innovaciones técnicas modernas, dando lugar a una cultura hija del sincretismo, celosa de sus tradiciones, pero que propone y se mantiene viva a través de su evolución constante.
Angélica Morales Gámez es originaria de esta comunidad, y pertenece a una familia de alfareros.
Gracias a su bisabuela, Andrea Medina, comenzaron con la tradición de trabajar con el barro con engobe blanco, técnica que aprendió de su padre Miguel Morales.
Dato Extra: A Tzintzuntzan se le conoce como lugar de los colibríes, se caracteriza por ser un lugar mítico lleno de historias, que conserva estrecha relación con su entorno natural, principalmente con el lago de Pátzcuaro, el cual desde tiempos lejanos provee a la ciudad de agua y alimento.
Cuando Angélica era niña creció viendo a sus padres trabajar el barro, sin embargo, ella se dedicó a la escuela.
Fue hasta después del bachillerato, a la edad de 18 años, cuando regresó a Tzintzuntzan y su padre la impulsó a comenzar a trabajar el barro.
Cuando su padre murió, pocos años después de su iniciación con la técnica, Angélica se unió a su madre Ofelia Gámez para seguir creando piezas que posteriormente vendían y así es como ella fue adaptando sus dibujos a sus piezas y encontrando su estilo propio.
Angélica aprendió a dibujar gracias a su padre y en el bachillerato estudio artes plásticas, lo que le permitió perfeccionar sus ilustraciones y explotar su creatividad para decorar sus piezas.
Los motivos que más utiliza son mujeres, sirenas, soles y elementos del lago de Pátzcuaro y de la gente de Michoacán.
Sus piezas se caracterizan por utilizar un barro blanco amarillento el cual trabaja a través de la técnica tradicional del barro vidriado. Cada uno de los dibujos que decoran sus piezas se definen por retratar el entorno y su gente.
Para Angélica el proceso de elaboración de las piezas comienza desde la extracción del barro de las minas que se localizan en el cerro, posteriormente se muele, se mezcla, se amasa con agua y se soba, para después tornearlo y moldearlo a consistencia.
Se blanquea con el engobe blanco, se deja secar y se pinta con óxidos de hierro, cobalto, manganeso.
Después se mete al horno durante cuatro horas para la primera quema, ya frío el horno se saca, se esmalta y se vuelve a meter al horno por cinco horas más.
“La técnica que utiliza principalmente es el barro moldeado, blanqueado a inmersión y cocido en fuego a baja temperatura aproximadamente 900° C.”
Actualmente Angélica elabora sus piezas en el municipio de Ichupio y se traslada a Tzintzuntzan a quemar las piezas en el horno de su madre, las cuales crea con esmalte libre de plomo para su traslado.
Su trabajo es exhibido principalmente en Estados Unidos, país que ha visitado en diferentes ocasiones y del cual recibe visitantes en su taller que se surten de vajillas para uso cotidiano. Además, tiene clientes en diferentes estados de la República Mexicana como Yucatán, Baja California y dentro de Michoacán.
A lo largo de su trayectoria artesanal ha participado en diversas ocasiones en el Gran Premio de Arte Popular, siendo seleccionada en más de una ocasión dentro de los primeros lugares, y en múltiples concursos locales presentando piezas tanto de cerámica como de papel amate, técnica que trabaja ocasionalmente y en el que representa escenas de fiestas propias de Michoacán.