La unión de la naturaleza y el ingenio indígena mesoamericano hecho útiles y hermosos objetos.
Desde tiempos remotos, la comunidad purépecha de la región lacustre de Pátzcuaro, Michoacán, inició la costumbre de usar la fibra vegetal de la chuspata o también llamada tule, una planta herbácea perenne con espigas que emergen por encima de la superficie del agua.
En un principio producían únicamente petates, cuyo uso sigue siendo común entre los indígenas.
Durante la colonia, Don Vasco de Quiroga engrandeció la tradición prehispánica, enseñándoles tres tipos de tejido: la cadena, el petate y el torcido, con las cuales empezaron a producir nuevos y variados objetos.
Los productos de chuspata se tejen generalmente en talleres familiares, con materiales que obtienen directamente de las orillas de los lagos, principalmente del de Pátzcuaro.
En la actualidad, artesanos de las comunidades de Ichupio, Puácuaro y San Jerónimo, elaboran cestos, bolsos, manteles, tortilleros, tapetes, sillas, archiveros, cómodas, lámparas, tapete, macetas, canastas, sombrero, figuras diversas de aves y personajes, entre otros, que representan imágenes cotidianas tomadas de su entorno inmediato y común.
¡Sencillamente fascinantes!
Los artículos de chuspata se comercializan en ferias y tianguis artesanales tanto en Michoacán como en el resto del país, los cuales han trascendido para ser disfrutados por quienes aprecian el arte que emana de las manos mágicas de nuestros artesanos.
Hoy en día, las fibras naturales se reconocen cada vez más como un sustituto favorable de las fibras sintéticas, además, por las ventajas técnicas y de costos, los productos ejercen una atracción mayor, ya que responden a la sensibilización del consumidor respecto a los beneficios ambientales, económicos y socioculturales, lo cual contribuye a fomentar el desarrollo de una agricultura sustentable.
La chuspata tiene solamente una temporada para la recolección, generalmente los adultos mayores son los encargados de realizarla, la materia prima se debe almacenar, cuidar y resguardar en un lugar sin humedad para que se utilice durante el resto del año.
Su color es natural, por lo que tiene variaciones; es resistente, flexible, fresca y ligera.
Su proceso conlleva las siguientes actividades:
Las espigas se cortan y se dejan secar por varios días, para iniciar el tejido, se humedecen para lograr su flexibilidad y resistencia a los esfuerzos de tensión; en las piezas grandes es necesario una estructura de metal, que ayudará a darle más firmeza y forma a la pieza, en algunas ocasiones se detalla con alambre de fierro combinado con alambre de latón y cobre. Es recomendable darles un recubrimiento de laca, si están expuestas a la humedad.
La herencia cultural del tejido de la chuspata, se ha conservado y trasmitido por generaciones a los actuales artesanos de las comunidades de Tzintzuntzan, Puácuaro, Tererio, San Jerónimo Purénchecuaro y Ihuatzio.
Ihuatzio, ubicado en las orillas del Lago de Pátzcuaro, ha logrado un reconocimiento importante por la excelencia y variedad de sus productos, siendo esta actividad la principal fuente de sus ingresos.